top of page

Un recuerdo sobre la consciencia de la muerte


Foto del cementerio Père Lachaise, Laura Andrea Gonázalez Ríos, verano 2019

«The Farthest Shore is about the thing you do not live through and survive. It seemed an absolutely suitable subject to me for young readers, since in a way one can say that the hour when a child realizes, not that death exists –children are intensely aware of death– but that he/she, personally, is mortal, will die, is the hour when childhood ends, and the new life begins. Coming of age again, but in a larger context.»


- Ursula K. Le Guin, "Dreams Must Explain Themselves", in The Language of The Night.


Recuerdo muy bien este episodio de transición en mi vida. Todavía era un niño, debía tener entre ocho y trece años. En todo caso, ya vivíamos en la Casa de la Soledad. Era de noche, ya habíamos comido y mis papás estaban viendo una película en la televisión. Yo, en general, no veía películas con mis papás; sus gustos me aburrían (porque no eran películas animadas y yo solo quería ver muñequitos). Pero aquella noche la película llamó mi atención y seguí viéndola aunque ya estuviera empezada –experiencia que nos han robado los servicios de streaming.


No recuerdo muy bien la trama exacta. Solo sé que Robin Williams era un robot que vivía muchísimo tiempo, y que veía cómo sus seres queridos envejecían y morían. Creo que al final el robot pide que lo apaguen, o se apaga a sí mismo, pues quedó completamente solo.


La película terminó y yo me preparé para irme a dormir. Era tarde. Me cepillé los dientes, me puse mi pijama y me acosté en la cama, en la oscuridad de mi habitación, mirando al techo sin poder dormir. Me sentía extraño, con un peso en el pecho. Hoy puedo decir que no era tristeza, sino una melancolía muy profunda ante lo inevitable de algo que aún no había sucedido.


Llamé a mi mamá desde el cuarto, con un grito un poco tímido. Ella se sentó al borde de la cama. Yo le dije que no podía dormir. Creo que aún no entendía muy bien lo que sentía. Mamá me preguntó: «¿Por qué no puedes dormir?» (Tal vez no, pero así lo recuerdo.)


Yo solo atiné a responder:


«Es que la película me hizo recordar que un día ustedes se van a morir.»


Y rompí en llanto.


A pesar de que la consciencia de la muerte empezó con «el otro» –con mis padres– eso también significaba que un día yo moriría. Que incluso si fuera una máquina inmortal, si me quedara solo, preferiría que me apagaran. Ese día fui consciente de que a todos nos llega ese momento, y me sentí muy abrumado por la envergadura de esa verdad. Mamá me acompañó hasta que me sentí más tranquilo, pero creo que ese día operó en mi mente un cambio sustancial del que nunca me recuperé.


Tuve que buscar en internet para descubrir de qué película se trataba. Parece que es The Bicentennial Man, y que está basada en un relato de Isaac Asimov (que no he leído). Una vez más, la ciencia ficción muestra su capacidad de enfrentarnos a nuestras realidades, estableciendo una distancia prudente a través de la ficción para ayudarnos a aprehenderlas de manera más completa.

63 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page