«The Farthest Shore is about the thing you do not live through and survive. It seemed an absolutely suitable subject to me for young readers, since in a way one can say that the hour when a child realizes, not that death exists –children are intensely aware of death– but that he/she, personally, is mortal, will die, is the hour when childhood ends, and the new life begins. Coming of age again, but in a larger context.»
- Ursula K. Le Guin, "Dreams Must Explain Themselves", in The Language of The Night.
Recuerdo muy bien este episodio de transición en mi vida. TodavÃa era un niño, debÃa tener entre ocho y trece años. En todo caso, ya vivÃamos en la Casa de la Soledad. Era de noche, ya habÃamos comido y mis papás estaban viendo una pelÃcula en la televisión. Yo, en general, no veÃa pelÃculas con mis papás; sus gustos me aburrÃan (porque no eran pelÃculas animadas y yo solo querÃa ver muñequitos). Pero aquella noche la pelÃcula llamó mi atención y seguà viéndola aunque ya estuviera empezada –experiencia que nos han robado los servicios de streaming.
No recuerdo muy bien la trama exacta. Solo sé que Robin Williams era un robot que vivÃa muchÃsimo tiempo, y que veÃa cómo sus seres queridos envejecÃan y morÃan. Creo que al final el robot pide que lo apaguen, o se apaga a sà mismo, pues quedó completamente solo.
La pelÃcula terminó y yo me preparé para irme a dormir. Era tarde. Me cepillé los dientes, me puse mi pijama y me acosté en la cama, en la oscuridad de mi habitación, mirando al techo sin poder dormir. Me sentÃa extraño, con un peso en el pecho. Hoy puedo decir que no era tristeza, sino una melancolÃa muy profunda ante lo inevitable de algo que aún no habÃa sucedido.
Llamé a mi mamá desde el cuarto, con un grito un poco tÃmido. Ella se sentó al borde de la cama. Yo le dije que no podÃa dormir. Creo que aún no entendÃa muy bien lo que sentÃa. Mamá me preguntó: «¿Por qué no puedes dormir?» (Tal vez no, pero asà lo recuerdo.)
Yo solo atiné a responder:
«Es que la pelÃcula me hizo recordar que un dÃa ustedes se van a morir.»
Y rompà en llanto.
A pesar de que la consciencia de la muerte empezó con «el otro» –con mis padres– eso también significaba que un dÃa yo morirÃa. Que incluso si fuera una máquina inmortal, si me quedara solo, preferirÃa que me apagaran. Ese dÃa fui consciente de que a todos nos llega ese momento, y me sentà muy abrumado por la envergadura de esa verdad. Mamá me acompañó hasta que me sentà más tranquilo, pero creo que ese dÃa operó en mi mente un cambio sustancial del que nunca me recuperé.
Tuve que buscar en internet para descubrir de qué pelÃcula se trataba. Parece que es The Bicentennial Man, y que está basada en un relato de Isaac Asimov (que no he leÃdo). Una vez más, la ciencia ficción muestra su capacidad de enfrentarnos a nuestras realidades, estableciendo una distancia prudente a través de la ficción para ayudarnos a aprehenderlas de manera más completa.