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Columnas de recarga


Los martes tengo clases todo el día hasta las quince. Salgo un poco saturado, pero feliz de aprender cosas. Estoy en el parquecito junto a la Sorbonne, no sé cómo se llama. Un anciano en silla de ruedas duerme con la boca abierta mientras se baña en el sol de principios de otoño. Su silla de ruedas eléctrica es azul. A sus pies, las palomas juguetean, picoteando colillas húmedas por la lluvia de la madrugada. El anciano se estremece de vez en cuando, mueve los labios como si buscara aire en sus sueños. Sus movimientos me reaseguran: cuando llegué y lo vi inmóvil, rodeado de palomas, pensé que estaba muerto y que nadie se había dado cuenta.



Sus gafas de marco dorado reposan, torcidas, sobre su nariz. Las canas ralas parecen gotear sobre su frente como un líquido espeso. Brazos y piernas contrahechos, pies envueltos por medias, pero sin zapatos, sin forma definida, pequeños y regordetes como los de un recién nacido; este anciano bajo el sol pasa sus minutos aprovechando su vida, absorbiendo el mundo que lo rodea con su boca abierta mientras las palomas se llenan la cloaca de colillas mojadas. El parque huele a orines, un cuervo se pasea entre las flores del jardín.



En el otro andén, lejos de mi vista, hay –lo sé porque los he visto- puestos de recarga para automóviles eléctricos. Las columnitas futuristas se suceden cada tantos metros, y los parisinos eco-conscientes recargan sus eco-carrozas a cambio de lo que, me imagino, será una nada despreciable suma en euros por kilovatio. En el andén se recargan los carros eléctricos; en el parque, bajo el sol, se recarga el anciano en su silla de ruedas eléctrica. Tal vez en el futuro, cuando yo ya esté viejo, en los andenes de París, los parisinos eco-conscientes, geriátrico-empáticos, al salir de la casa de retiro con sus abuelas y abuelos, podrán recargar a sus ancianos eléctricos, conectados a columnitas dispuestas para lo propio por la alcaldía. Entretanto, sus hijos y nietos mirarán sus celulares, ocupados por la actualidad o la farándula, y las palomas y los cuervos jugarán en los jardines, llenándose la cloaca de colillas húmedas, a pesar de que ya existan los cigarrillos eléctricos.

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