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Contra la coherencia lectora.

Actualizado: 5 ene 2022

El asunto es simple y directo: estoy cansado de que todo el mundo pida coherencia. Pero lo que más me frustra, tal vez, es cuando exigen coherencia en la lectura. Pero la cosa no es tan unidireccional como suena. A primera vista podríamos pensar: "¡Sí! Esos académicos sí son fastidiosos, siempre mirando por encima del hombro a la gente que lee otras cosas y hablando pestes de la cultura popular." El asunto se complica cuando quienes piden coherencia también están en el otro bando y no soportan leer un libro "académico" o "clásico" (etiquetas ya de por sí muy problemáticas porque no significan nada preciso) porque "son aburridos" o "no son lo suyo".


Defiendo ser caminante de las fronteras. En estos tiempos de prescripción constante, en los que abusamos de la clasificación de la clasificadera y a todo le damos estrellas o likes, el llamado sería a formar un criterio propio, más allá de defender el gusto personal. El argumento detrás de los llamados a la coherencia lectora suelen escudarse en una defensa del gusto propio. "Es que yo no leo eso porque no es mi tipo de lectura" es una frase que viene de dos formas, o "es demasiado intelectual" o "no es lo suficientemente profundo". Ambas, a mi parecer, son formas desesperadas de formarse una personalidad a través del contenido que se consume. Para simplificar: "Yo no leo eso, porque yo soy lo que leo, y eso que está ahí, no soy yo".


Vivimos en una sociedad (inserte meme del Joker aquí) individualizada que ya no sabe con qué identificarse, y nos aferramos con uñas y dientes a lo que creemos que nos construye, cuando no son más que objetos externos con los que empatizamos, pero que no son lo que somos. No digo que las lecturas o los pasatiempos no tengan un lugar importante en la construcción de la personalidad, pero creo que vale la pena separar el objeto en sí mismo, el libro, en este caso, del efecto que causa al momento de experimentarlo, de leerlo.


Lo que me ofusca no es el hecho de construirse o un gusto o un criterio, que cada quién lea lo que se le dé la gana. Me frustra es que, al clamar por la coherencia lectora, quienes la desean se están negando infinitos mundos, infinitas posiblidades y experiencias artísticas, estéticas, lúdicas, lo que se les ocurra. Además, empecinarse en decir que "eso no soy yo", ¡solo les aleja de esas experiencias con base en una idea artificial de un objeto que ni siquiera conocen! Pero bueno, al final solo me estoy dando mala vida por las prácticas lectoras de otra gente. El problema es cuando esa otra gente se construye un pedestal de superioridad porque "eso otro" no es tan bueno como lo que leen. Lo digo porque he sido así, y desde hace un buen tiempo estoy pensando precisamente en cómo ha cambiado mi relación con la lectura, con lo que me aporta leer y la forma en la integro lo que leo a mi vida.


No quiero ser coherente porque no me considero una sola. Soy la construcción de todas las experiencias que he vivido, seré la construcción de las que viviré, ¡y quiero más! Por eso no me da miedo leer de todo, hacer de todo. Pasar de Madame Bovary a Cincuenta Sombras de Grey no tiene nada de incoherente, mientras que se disfrute la experiencia o se aprenda algo de ella. Y el aprendizaje no es solo algo intelectual, no es "aprender a vivir a través de la lectura", se puede aprender sobre sí misma, sobre sus gustos o disgustos. Se puede dejar el libro a mitad de camino porque aprendimos, en el proceso, que de verdad no nos gustaba.


Le echo la culpa - como mucha gente lo hace - al colegio y a sus métodos que masacran el hábito lector y que, como con Cien años de soledad, convierten libros que podrían significar grandes experiencias para muchas, en calvarios literarios. Pero, por otra parte, también le echo la culpa a nuestras inseguridades individuales, al miedo a lo desconocido. Nos refugiamos tanto en lo que nos compone que cuando vemos algo fuera de esas líneas gritamos: "¡Blasfemia!", como si quienes disfrutan Crepúsculo hubieran abierto personalmente la tumba de Víctor Hugo para orinarse en sus restos.


En fin, el llamado es a que dejemos de lado esas ganas de coherencia. No somos tan consistentes como creemos serlo y, al variar un poquito lo que creemos ser, crecemos mucho más. Tal vez ahí, escondido entre esos libros que "no son de tu tipo", está la siguiente novela que marcará tu vida. Pero para encontrarlo hay que darse la oportunidad de cruzar sus propias fronteras.


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