top of page

Me queda la palabra y hasta ella se resiste.

Me queda la palabra, Alfonsina Storni.

Poemario (antología).

Enredadera.

«La que comprende


Con la cabeza negra caída hacia adelante

está la mujer bella, la de mediana edad,

postrada de rodillas, y un Cristo agonizante

desde su duro leño la mira con piedad.


En los ojos la carga de una enorme tristeza,

en el seno la carga del hijo por nacer,

al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:

—¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!»


Esta antología publicada por Enredadera e impresa en Colombia, recoge 67 poemas de la poetisa argentina Alfonsina Storni y los presenta en un formato compacto, de fuente amplia y márgenes oxigenados. Los poemas vienen acompañados de ilustraciones que le dan al libro un ritmo peculiar: lo dividen en secciones sin título en las que se agrupan los poemas.


Cuando leo poemas siento que me gusta compartir dolores ajenos, tal vez reconocer similitudes y llegar a la tan mentada empatía. La poesía de Alfonsina Storni es introspectiva y auto-reflexiva. Casi diría que es auto-acusadora. Consciente de su propio ser, la poetisa plasma su feminidad como una condición que bordea entre la maldición y la divinidad. Sus poemas son pruebas de que hay unas horas más pesadas que otras y de que no hay ningún día en el que sea fácil ser mujer. Yo no puedo entender esto, no lo soy, pero gracias a Alfonsina Storni puedo sospecharlo, al menos desde lejos.


Para ella la forma no es una cárcel, es más bien un laberinto. Explora los recovecos, juega con los caminos del verso y de la rima. Por momentos respeta el sendero con gran habilidad, en otras ocasiones se salta la paredilla para romper los esquemas.


Suelo dejarme llevar por la melancolía cuando leo poesía. Me pasó con Alejandra Pizarnik, me pasó con Alfonsina Storni. Sentí sus poemas como una objeción a lo impuesto, como un llamado a la rebeldía; actos de resistencia ante las cosas “como deben ser”. Los sentí también como interrogantes ante las constantes dudas de estar vivo y como loas al mar, siempre presente, que terminó por recibir a Alfonsina en su seno, por allá en un 25 de octubre de 1938.


De esta lectura transversal de la obra poética de Alfonsina Storni me quedaron, además de los poemas, las ganas de hacer una lectura más completa y detallada, de buscar más sobre la vida de la escritora. En esta ocasión, y como pocas veces antes, evité buscar su biografía antes de leerla. Me enfrenté a sus poemas como textos solos, quise quitarles la anécdota para poder encontrarla después de haber leído. Por esto mismo agradecí mucho el encontrarme al final del libro con una lista de los distintos poemarios de donde se sacaron las obras para esta antología. Al menos ya sé por dónde continuar después de este abrebocas que me dejó un regusto de amargura y agua salada en el paladar, al igual que una sonrisa sutil, que todavía no se me quita.


«Frente al mar


Oh mar, enorme mar, corazón fiero

de ritmo desigual, corazón malo,

yo soy más blanda que ese pobre palo

que se pudre en tus ondas prisionero.


Oh mar, dame tu cólera tremenda,

yo me pasé la vida perdonando,

porque entendía, mar, yo me fui dando:

«Piedad, piedad para el que más ofenda».


Vulgaridad, vulgaridad me acosa.

Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.

Hazme tener tu cólera sin nombre:

ya me fatiga esta misión de rosa.


¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,

me falta el aire y donde falta quedo.

Quisiera no entender, pero no puedo:

es la vulgaridad que me envenena.


Me empobrecí porque entender abruma,

me empobrecí porque entender sofoca,

¡bendecida la fuerza de la roca!

Yo tengo el corazón como la espuma.


Mar, yo soñaba ser como tú eres,

allá en las tardes que la vida mía

bajo las horas cálidas se abría...

Ah, yo soñaba ser como tú eres.


Mírame aquí, pequeña, miserable,

todo dolor me vence, todo sueño;

mar, dame, dame el inefable empeño

de tornarme soberbia, inalcanzable.


Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.

¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!

Desdichada de mí, soy un abrojo,

y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.


Y el alma mía es como el mar, es eso,

ah, la ciudad la pudre y la equivoca;

pequeña vida que dolor provoca,

¡que pueda libertarme de su peso!


Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...

La vida mía debió ser horrible,

debió ser una arteria incontenible

y apenas es cicatriz que siempre duele.»

54 visualizaciones1 comentario

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page